Calle de las Moscas
En una de las esquinas que da entrada a una de las principales calles del Barrio de La Ribera, la de Montcada, se encuentra la calle de las Moscas, considerada como una de las calles más estrechas de Barcelona.
En la actualidad, se encuentra cerrada al público y el acceso queda restringido a los vecinos, ya que éstos estaban más que hartos del uso incívico de alguna gente, que convirtieron la calle en un urinario público y gratuito.
La calle, en su parte más estrecha, mide 1,48cm. Su estrechez originó la costumbre de hacer la cruz en la calle de las Moscas, ya que extendiendo los brazos se puede tocar ambos lados de la calle.
El topónimo de esta calle se supone que fue dado por sus vecinos por el hecho hallarse próxima a los mercados del Born y de Santa Caterina. En los alrededeores de ésta se encontraban los almacenes de ambos mercados, donde se guardaban las mercancías sobrantes y despojos, de gran suculencia para las moscas, especialmente en verano.
Otra de sus grandes curiosidades, tal como narra Joan Amades (uno de los mayores etnólogos y folkloristas de Catalunya) en esta misma calle hubo un burdel de cierta categoría, el cual era bastante conocido entre la gente del mar. Al parecer, algunas de las mujeres que trabajaron en este burdel lograron abandonar el viejo oficio de la prostitución, pués algunos marineros en situación de circunstancias complicadas y mala mar hacían la promesa a la Virgen de contraer matrimonio con algunas de las mujeres del burdel, del cual eran clientes.
La gente de la ciudad, en sentido burlón decía: "Al carrer de les Mosques fan funció a les fosques". En la esquina con la calle Flassaders se puede ver todavía en la pared una cabeza de piedra, la imagen de un hombre de grandes bigotes. Esta cabeza es conocida como papamoscas y señalaba la entrada al burdel.
El topónimo de esta calle se supone que fue dado por sus vecinos por el hecho hallarse próxima a los mercados del Born y de Santa Caterina. En los alrededeores de ésta se encontraban los almacenes de ambos mercados, donde se guardaban las mercancías sobrantes y despojos, de gran suculencia para las moscas, especialmente en verano.
Otra de sus grandes curiosidades, tal como narra Joan Amades (uno de los mayores etnólogos y folkloristas de Catalunya) en esta misma calle hubo un burdel de cierta categoría, el cual era bastante conocido entre la gente del mar. Al parecer, algunas de las mujeres que trabajaron en este burdel lograron abandonar el viejo oficio de la prostitución, pués algunos marineros en situación de circunstancias complicadas y mala mar hacían la promesa a la Virgen de contraer matrimonio con algunas de las mujeres del burdel, del cual eran clientes.
La gente de la ciudad, en sentido burlón decía: "Al carrer de les Mosques fan funció a les fosques". En la esquina con la calle Flassaders se puede ver todavía en la pared una cabeza de piedra, la imagen de un hombre de grandes bigotes. Esta cabeza es conocida como papamoscas y señalaba la entrada al burdel.
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